martes, 16 de septiembre de 2014

Guyau y el vaso de leche

Jean Marie Guyau (1854-1888)


Jean Marie Guyau es considerado uno de los filósofos franceses más importantes de la segunda mitad del siglo XIX. Su temprana muerte a los 33 años contrasta con el alcance y la profundidad de su obra, ya que abarcó diversos campos fundiéndolos en un pensamiento claro y agudo que terminaría por convertirlo en una figura relevante en toda Europa.

Admirado por Nietzsche, sus inquietudes se cristalizaron en obras tan severas como El arte desde el punto de vista sociológico (1889), Esbozo de una moral sin obligación ni sanción (1879) y Los problemas de la Estética contemporánea (1884). Justamente en esta última obra Guyau hace mención a una anécdota que es el pequeño motivo de este texto. Dicha anécdota también es recogida por León Tolstoi en su libro ¿Qué es el arte? y tiene que ver con algo misterioso, gastronómico, cotidiano y casi invisible: un vaso de leche.

Para Guyau, no sólo la vista o el oído son capaces de recoger  impresiones estéticas, sino también pueden hacerlo  el resto de nuestros sentidos: el olfato, el gusto y el tacto. En concreto, el pensador francés afirma que los goces del gusto son verdaderos goces estéticos, y para apoyarse cuenta que una vez al beber un vaso de leche experimentó uno de esos goces.

Pues bien, desde que leí esta pequeña y casi insignificante anécdota no paro de reflexionar en ello y de entrar en una suerte de enigma cotidiano cada vez que me bebo un vaso de leche. Imagino a Guyau sintiendo por primera vez esa experiencia estética con un producto lácteo y llevándolo al terreno de la belleza. Alguien con un pensamiento tan plural y cultivado tuvo de pronto la delicadeza y finura para deleitarse con una bebida habitual y llevarla al extremo de la epifanía. Una clave para entender esta simple y grande experiencia quizá tenga que ver con otra de sus facetas: Guyau también era poeta.

Cada vez que tengo la oportunidad me quedo fugazmente embebido ante un vaso de leche. Cierro los ojos e intento sentir eso que Guyau sintió pero a mi manera. Siento beberme un vaso de nubosidad, de niebla líquida, de nieve grácil, de agua lunar, y dejo que la blancura me habite como un delgado río encendiendo los filamentos de un óleo interior.

Seguramente las relaciones entre gastronomía y arte son tan vastas como misteriosas. De momento, yo me detengo aquí pensando en que un vaso de leche puede ser también un vaso de página en el que beberse todas estas palabras.

***

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario